La Vía de la Plata IV


Los puentes de la vía. La Guinea. 

No solo el río directamente por su curso, también por su puente suele 
prestar nombre a la vía. En la misma ruta que ahora consideramos existe 
un tramo llamado La Vizana, en León, así denominado por el Puente la 
Vizana, sobre el Órbigo, en Alija del Infantado, aunque acaso el nombre 
sea más propio allí de la cañada de trashumancia, pero con idéntica 
proyección del nombre del puente sobre la vía. 

Foto: Puente de La Vizana.

También hallamos que el nombre de Calzada de la Guinea se cita en cierta 
concurrencia con el de Vía de la Plata, por más que sin concretar apenas 
los puntos en que se aplica o basa la denominación. 

En el siglo XII figura La Calzada de Quinea en el Cantar del Cid (v. 400) al 
parecer, entre San Esteban de Gormaz y Navapalos, en un paso del Duero, 
camino del destierro. De paso anotemos Nava-palos, en el que resurge 
pal-, que podemos llamar omnipresente. 

Menéndez Pidal comenta el pasaje añadiendo que la “Calzada de Quinea 
(variante Guinea)” figura en el Fuero de Plasencia (1189), en la Historia de 
España (VII, 7) de R. Ximénez de Rada (c.1243) en relación con la división 
del reino de Alfonso VII (1157); y que existe un “Puente de Guinea” en 
Galisteo (Plasencia) y una Senda de Quinea entre Astorga y Carrión. 
Para nosotros aquí el Puente de Guinea en Galisteo puede constituir un 
estricto punto de convergencia con la Vía de la Plata, con la cual parece 
que hubo de coincidir, si es que realmente la documentación del siglo XII y 
XIII denomina “Calzada de Guinea” a la que une Mérida con Astorga. 
El último ejemplo, es decir entre Astorga y Carrión, es menos consistente, 
a nuestro entender. En ese trayecto se aduce un paraje Quinea, próximo 
a Sahagún, situado entre Calzadilla de los Hermanillos y Calzada del Coto 
(MT 196) asociado así doblemente al topónimo “calzada”. En todo caso 
nosotros nos mantenemos en la esfera de lo lingüístico, sin entrar en el 
plano arqueológico, pendientes de las conclusiones a que nos conduzcan 
los análisis de los nombres. 

Desde luego, así como nos apartamos del árabe balata para plata, lo 
mismo que de un presunto delapidata, y aun de lata, nos apartamos del 
supuesto equínea, “caballar”, como explicación de Quinea, Guinea. 
Desde luego nos hallamos aquí en el área del Cea, que es hidrónimo 
prerromano, Ceia, pronunciado Keia, del radical kei-, ki-, “mover”, 
aplicado al agua. Este radical produjo en latín cieo (kieo) excitar. El mismo 
suele desarrollarse con -n-, kineu-, de donde el griego kinéo, luego 
cinético, “relativo al movimiento”. De kineu puede bien derivar Quinea, 
después Guinea, como término relativo al agua y como exacto paralelo del 
presunto *palata con respecto a pal-. 

En consecuencia Quinea puede ser un paralelo de Plata por el significado 
común de “agua” en cuanto corriente de agua. Y pudo haber sido aplicado 
en algún lugar del dilatado recorrido que se contempla. Como también es 
comprensible que se hubiera producido en el paso del Duero, de acuerdo 
con el Cantar del Mío Cid. 

Podríamos ilustrar este campo etimológico todo lo que se desee, tanto a 
base de las varias formas originantes, como de las diferencias propias de 
su evolución. Afirmamos que el radical kei-, ki-, de Cea, puede figurar 
con pal- entre los más difundidos por toda la península. 

Pero basten aquí dos ejemplos asequibles y pertenecientes a fin y al cabo 
al sector norte de nuestra vía. En León, el río Esla, confluyente con el Cea, 
presenta Palanquinos, un ejemplo de topónimo constituido por no menos 
de tres radicales de agua: el ya conocido pal-, más -an(a)-, también 
familiar por Guadiana, y -kin-, justamente de Cea. Como si dijéramos, un 
“ribereño” por triplicado. 

La explicación de semejante fenómeno se debe al relevo histórico sobre el 
terreno de otras tantas hablas que aportan su vocablo al paraje sin duda 
por ignorar lo que significa el precedente ya enraizado. Así es como se 
forman tales compuestos tautológicos, no solo hidrónimos, también 
topónimos como aquí, un proceso llamado a explicar en buena medida el 
acervo de la hidronimia y toponimia de origen prerromano. 

Desde luego nada obsta el hecho de que nos hallemos en el Esla y no en el 
Cea, como, al parecer, correspondería, porque históricamente las hablas 
pudieron barajarse a través de las épocas. Baste recordar que aguas arriba 
del mismo Esla tenemos Ci-fuentes y Villa-ci-dayo, que incluyen el radical 
de Cea, sin olvidar La Cenia, previamente pronunciado Qenia, que no deja 
de recordarnos a Quinea. 

Pero el remate más afortunado nos lo brinda una mansio de la misma vía 
de que tratamos, Brigeco, la capital de los brigecinos, que figuran con 
ocasión de la conquista romana. Es la mansión penúltima en la vía Mérida- 
Astorga y se ha de situar en la región de Benavente, sin que importe 
ahora si se hallaba sobre el Esla o sobre el Cea -nos inclinamos al Cea y a 
la Dehesa de Morales- pero sí que se hallaba sobre un río, del que toma su 
nombre: “fortaleza del río”. 

Foto: Astorga

Tanto Floro, que nos da Brigaecini, léase Brigaekini, como Ptolomeo, que 
escribe Brigaikinön, ambos citando el gentilicio, transmiten el radical kin- 
de “río”, del que perfectamente puede provenir Quinea. 


Nota: Próxima etapa, viernes 28 de marzo.